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David y el crecimiento espectacular.


A David le encantaba el baloncesto. Soñaba con entrar en el equipo del colegio y todos los años lo intentaba, pero siempre ocurría lo mismo, el entrenador le decía que era demasiado bajito. Este año sólo quedaba un día para la prueba del equipo y David estaba decidido a conseguirlo. Estuvo todo el recreo practicando. El entrenador pasó por su lado y le miró fijamente.

- Es admirable tu esfuerzo – le dijo -, pero aún eres muy bajito para el equipo.

- Mañana voy a ir a la prueba – le aseguró David.

David llegó a su casa un poco desanimado, pensaba que no era justo. Él se esforzaba más que los demás y era capaz de meter tantas canastas como el resto.

- ¡Papá, necesito crecer! – le dijo David.

Su padre sonrió.

- No te preocupes. Sigue practicando y pronto lo conseguirás.

David pasó toda la tarde haciendo lanzamientos, encestaba todas y cada una de las veces que tiraba al aro. Su padre le miraba atento y le daba consejos que David seguía a rajatabla. Deseaba tanto entrar en el equipo que no descansó ni un minuto hasta que su madre le llamó para que subiese a cenar.

David permaneció callado durante toda la cena, mientras que Alberto, su hermano pequeño, no paraba de parlotear.

- ¿Qué te ocurre David? – le preguntó su madre preocupada al ver que casi no había cenado nada.

- Mamá, ¿tú crees qué creceré esta noche? – le preguntó.

Su madre le miró sorprendida.

- Es que si no crezco, el entrenador no me va a dejar entrar en el equipo del colegio – le explicó.

Su madre sonrió.

- Todo puede ser – le dijo -. Los sueños, a veces, se convierten en realidad.

Esa noche David se acostó muy nervioso, esperaba que su madre tuviese razón y que llegase a crecer durante la noche. Por la mañana David se levantó incluso antes de que sonase el despertador y fue a ponerse su ropa rápidamente. Se miró en el espejo, apenas podía creer lo que estaba viendo, la camiseta le quedaba a la altura del obligo y los pantalones eran mucho más cortos de lo habitual. ¡Había crecido!

David se fue contentísimo a las pruebas de baloncesto. Ahora el entrenador no iba a encontrar ninguna excusa para no aceptarle en el equipo.

David hizo una prueba estupenda, encestó todos los lanzamientos, dio unos pases geniales a sus compañeros, taponó varios tiros y el resto de niños no paraban de felicitarle.

El entrenador le seguía fijamente desde el banquillo apuntando constantemente notas en su cuaderno. Cuando por fin terminaron las pruebas se pusieron todos los chicos en fila esperando a que el entrenador les nombrase y les comunicase si la habían superado. David se estiró todo lo posible, quería que el entrenador se diese cuenta de lo que había crecido. Uno a uno, el entrenador fue nombrando a todos los niños. Se escuchaba su voz diciendo síes o noes y, a continuación, la cara del niño se alegraba o se entristecía.

- ¡David! – retumbó la voz del entrenador y el niño dio un paso al frente -. He tenido muchas dudas sobre ti, no cabe duda que desprendes entusiasmo y te esfuerzas muchísimo, pero tu estatura sigue siendo un problema.

“¿Mi estatura?” pensó, “¿acaso el entrenador no ve que esta noche he crecido? Si me va toda la ropa pequeña”. Empezó a ponerse nervioso, “¿y si después de todo no pasaba la prueba?”

- Pero hoy has sido el mejor jugador – continuó – así que este año entras en el equipo.

- ¡Viva! – gritó David entusiasmado mientras pegaba saltos de alegría.

Cuando llegó a su casa entró corriendo mientras gritaba:

- ¡Mamá, estoy en el equipo!

- Ves – le dijo su madre mientras le abrazaba -. Los sueños, a veces se cumplen, sobre todo si van acompañado de esfuerzo y tú has trabajado mucho para conseguirlo.

- Mamá – dijo David -. No entiendo por qué el entrenador sigue diciendo que soy bajito, ¿no ves lo corta que me va la ropa?, he crecido esta noche como tú dijiste.

Su madre se rió y le abrazó con fuerza.

- Cariño, esta mañana con las prisas te has puesto la ropa de tu hermano – rió su madre.

Y David aprendió que gracias a la confianza en sí mismo y en su trabajo, los sueños, a veces, se cumplen.

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