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Nunca pensé que terminaría así


Nunca pensé que terminaría así, colgado sobre el aparador. Al principio me emocionaba y me divertía, no en vano se trataba del lugar más importante del salón. Desde allí podía enterarme de todo lo que ocurría en la casa, los problemas con mis hijos, o sus llamadas telefónicas, o simplemente los nuevos conjuntos de rock que les gustaba escuchar, pero sobre todo me permitía estar cerca de mi mujer, por ella es por quien yo seguía allí, colgado sobre el aparador, que era el mueble que a ella más le gustaba.

Ella se sentaba a mi lado todas las noches, con una copa de vino, y mirándome directamente a los ojos, alzaba la copa y me decía:

- ¡Qué alegría, Pepe, qué alegría!

Yo me sentía feliz por estar con mi mujer. Había sido una buena esposa y madre. Siempre pendiente de mí, incluso ahora, que estaba colgado sobre el aparador, buscaba un hueco para estar conmigo todas las noches.

Durante el día me entretenía con las entradas y salidas de todos en el salón, pero lo que más anhelaba eran las noches, ese momento en el que mi mujer brindaba por mí.

Una noche mi mujer no apareció, la esperé durante horas, pero el salón siguió a oscuras. Estaba tan preocupado que quise descolgarme, pero por más que lo intenté, no lo conseguí. Esa noche no pude pegar ojo, imaginándome las miles de desgracias que debían haberle ocurrido a mi mujer para que no viniera a brindar por mí.

No entró nadie en el salón durante todo el día, y la casa permaneció en silencio. Por la noche por fin apareció mi mujer, con la botella de vino y una copa en cada mano. Yo apenas podía contener la emoción, - esta noche incluso trae vino para mí - pensé. Ella sirvió el vino en ambas copas, y yo esperé su brindis, pero un hombre entró en el salón. Ella le sonrió y le tendió mi copa. Yo apenas podía creer lo que estaba viendo, mi mujer, la que tanto me quería y brindaba por mí todas las noches, estaba allí besándose en el salón y frente a mí con otro hombre. Volví a intentar descolgarme y darle su merecido a aquel robamujeres, pero no conseguí moverme.

Hicieron el amor, en mi sofá y en mi salón, de una manera que mi mujer nunca lo había hecho conmigo.

- ¡Joder!. ¿Dónde has aprendido todo esto? - jadeó el hombre cuando terminaron.

- Me lo ha enseñado mi marido.No pude evitar sentir una punzada de orgullo, mi mujer me quería tanto que incluso estando con otro se acordaba de mí, aunque yo no recordaba en que momento le había enseñado todas aquellas técnicas.

Mi mujer cogió la copa de vino y la alzó hacia mí, me emocioné, sabía que no se iba a olvidar de mi brindis.

- ¡Qué alegría, Pepe, que alegría! ¡Qué suerte haberte visto en el vídeo con tu secretaria!

¿Con Lolita?, pero ¿cómo sabía lo de Lolita?, y ¿de qué vídeo me estaba hablando? Mi mujer le contó al robamujeres que unos meses atrás contrató a un detective para seguirme, y él le había dado una cinta en la que aparecíamos mi secretaria y yo haciendo el amor. No entendía nada, ¿cómo había podido mi mujer desconfiar de mí con lo que me quería?. Total lo de Lolita no tenía importancia, un desahogo de vez en cuando. Lo más importante para mí era mi mujer y ella lo sabía.

Al día siguiente hubo un gran revuelo en la casa, cinco hombres se dedicaron a empaquetar los muebles, porque por lo que pude oír mi mujer se trasladaba a vivir a la costa con el robamujeres. Poco a poco fueron embalando todo, cuando ya casi habían terminado, uno de los hombres le preguntó a mi mujer:

- Señora, y con el cuadro ¿qué hacemos?

- Nada, déjelo ahí colgado sobre el aparador.


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