Alicia y la habitación prohibida
- Begoña Torres
- 24 may 2017
- 2 Min. de lectura

Alicia no podía parar de mirar la puerta. Desde que se habían mudado a la casa de su abuelo, la puerta de esa habitación siempre había permanecido cerrada. Su abuelo le había dicho: "Puedes ir a cualquier parte de la casa excepto a esta habitación. Nunca debes entrar aquí, es muy peligroso y recuerda que la curiosidad mató al gato". Al principio, Alicia no pensó mucho en ello, la casa era muy grande y había muchos lugares que investigar. Pero, poco a poco, se fue aburriendo. Ya se conocía todos los rincones; todos, menos uno.
Volvió a pensar en aquella puerta cerrada, ¿qué podría guardar su abuelo allí que fuese tan peligroso? Alicia pasaba horas delante de la habitación imaginando historias.
Un día su abuelo dejó sus llaves olvidadas encima de la cómoda y Alicia aprovechó la oportunidad. Cogió las llaves y abrió la puerta.
La habitación estaba en penumbras y, en absoluto, parecía peligrosa. Estaba rodeada de estanterías y, en el centro de la sala, había una mesa y una silla como único mobiliario.
"¡Pues vaya cosa!" pensó Alicia. De pronto, empezó a escuchar un susurro que decía "¡Socorro, socorro, ayúdanos!" A Alicia le pareció que el susurro venía de la estantería, pero no veía a nadie. Se acercó lentamente a ella "¡Socorro, socorro!" volvió a escuchar. No le cupo ninguna duda, el sonido provenía de un libro. Alicia extendió la mano y cogió un volumen de terciopelo azul; en la portada, inscrito con letras doradas, pudo leer "La curiosidad mató al gato". Alicia creyó recordar esa frase, pero no dónde o cuándo la había escuchado.
El libro parecía tener vida propia. Se escuchaban murmullos y gritos en su interior. Alicia sintió miedo, pero quería saber lo que ocurría dentro. Abrió la tapa muy despacio. En la primera página vio una foto en blanco y negro, muy antigua, en ella aparecían muchos niños con cara asustada. Le llamó la atención que, alguno de ellos, estaban vestidos con trajes de época y otros con ropa moderna. Le pareció que las bocas de los niños se movían murmurando algo que no pudo entender. Alicia se fijó mejor en la foto y pudo ver a un gato negro que, poco a poco, se fue haciendo más grande en la foto. "¡Miauuuuu!" sonó en la habitación y unos brazos salieron del libro, agarraron a Alicia y la arrastraron dentro del libro.
Muchos años después Roberto le preguntó a su abuelo "¿Por qué no puedo entrar en esa habitación?". "Es peligroso" contestó su abuelo, "ya sabes que la curiosidad mató al gato".
Roberto miró a su abuelo y a la puerta prohibida alternativamente. Sacó una llave del bolsillo y se la dio a su abuelo. "Toma se te había olvidado". Su abuelo sonrió y cogió de la mano a Roberto. Los dos se alejaron de la habitación. Durante mucho tiempo esa puerta no se volvió a abrir; aunque, de vez en cuando, se escucha algún maullido en la habitación.
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