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Tomás lo quiere todo


Tomás tenía todo lo que podía desear: unos padres estupendos que lo querían muchísimo, una hermanita que lo adoraba, todos los juguetes que un niño podía desear y un montón de amigos; sin embargo Tomás nunca estaba feliz, siempre quería algo más; el último juguete, otra bici nueva, la nueva equipación de su equipo de fútbol; por mucho que sus padres le comprasen cosas nada conseguía hacerlo sonreír.

- Tomás, lo tienes todo – le decía su madre.

- No mamá, no lo entiendes. Han sacado una nueva consola, si no me la compras me muero.

- ¡Tomás, no digas tonterías! – le regañó su madre -. Tienes tres consolas más, otra más no te va a aportar nada.

- ¡No me quieres mamá! – lloriqueó Tomás -. No quieres que sea feliz. ¡Estaría mejor sin vosotros!

- Tomás, ya lo tienes todo. Si la felicidad pudiese hablarte seguro que te diría que si algún día te faltásemos te darías cuenta de todo lo que tenías.

Tomás se metió en la cama llorando, ni sus padres, ni su hermanita consiguieron que entrara en razón. Sentía que nadie lo entendía, necesitaba esa consola para ser feliz.

A la mañana siguiente se despertó aun enfurruñado. Vio un paquete enorme a los pies de la cama.

- ¡La consola! – gritó -. ¡Mamá me habéis comprado la consola! ¡Qué feliz soy!

Sin embargo nadie contestó, la casa estaba en silencio y las persianas bajadas. Tomás recorrió la casa habitación por habitación, pero allí no había nadie. Tomás miró su reloj 10:30, ya debía haber estado en el colegio hacía horas. ¿Le habrían dejado sus padres en casa para que pudiese jugar con su consola? Tomás volvió a su cuarto, allí estaba su consola; sin embargo, no era feliz. La nueva consola descansaba encima de su cama pero a él no le apetecía jugar con ella, solo quería ver a su familia.

Tomás cogió la caja de la consola y vio que había una nota pegada:

Espero que disfrutes de tu nueva consola, no podía permitir que no fueses feliz, pero todo tiene un precio, así que me he llevado lo que te hacía infeliz.

Firmado: La Felicidad

Tomás leyó y releyó varias veces la nota y empezó a llorar.

- ¡Mamá, Papá, Sofía!, ¡quiero que vuelva mi familia!, ¡ya no quiero esta estúpida consola! – lloriqueó Tomás, pero no ocurrió nada, la consola seguía encima de la cama y la familia de Tomás no apareció.

Tomás se pasó todo el día de habitación en habitación esperando a que su familia volviese a aparecer pero la noche llegó y seguía solo con su nueva consola junto a él. Abrió la caja esperando que dentro hubiese alguna pista de dónde podía encontrar a su familia, pero solo encontró las instrucciones de funcionamiento, las miró con tristeza.

- Por favor, por favor ¡quiero que vuelva mi familia! Ya no quiero esta consola, mamá tenía razón, he perdido lo que realmente me hacía feliz – lloriqueaba Tomás.

Al final el cansancio lo venció y se quedó dormido.

- ¡Vamos Tomás, vas a llegar tarde al colegio!

Tomás abrió los ojos de golpe.

- ¡Mamá, mamá!, ¡estás aquí!, ¡has vuelto! – dijo Tomás abrazando con fuerza a su madre.

- Pero Tomás, si yo no me he ido a ninguna parte.

Tomás le contó atropelladamente a su madre lo que había ocurrido el día anterior.

- Mira mamá, aquí está la consola – dijo Tomás.

- Aquí no hay nada Tomás.

Efectivamente, la consola ya no estaba encima de la cama.

- Todo ha debido ser una pesadilla Tomás – le explicó su madre -. Siento que no tengas la consola.

- Ya no la quiero, tengo todo lo que necesito para ser feliz.

Su madre sonrió y le dio un gran beso.

- Me alegro mucho que lo hayas entendido y date prisa que llegas tarde al colegio.

Tomás se sentó en la cama y vio un papel en el suelo, eran las instrucciones de la consola y en ellas había escrita una nota:

Todo tiene un precio, te devuelvo a tu familia, ¡se feliz!

Firmado: La Felicidad

Y Tomás supo que jamás volvería a desear otro juguete.


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